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Consciencia de Sí en la aventura holográfica humana

Consciencia de Sí

en la aventura holográfica humana

Naturaleza ilimitada del Ser y su proyección en forma humana: plenitud, íntegridad, soberanía y creatividad incondicionales, irrenunciables e irremovibles

Por Álamo

Introducción

Puesto que hay necesariamente la Realidad (Verdad, Conciencia o Ser) y no habiendo nada aparte, soymos* entonces dicho Ser, lo cual resulta evidente (y obvio) a la percepción desde la virtual forma humana: sentimos que soymos; tenemos la sensación de SER, sin duda alguna.

Este sentir es íntimo, natural, inmediato, directo, sin intermediarios. Sabemos que soymos y que, aunque desde nuestra apariencia holográfica humana -con sus limitaciones perceptivas inherentes- cada conciencia individualizada solo acceda a una comprensión parcial de lo que es Ser (desde la perspectiva de su propia faceta conciencial), es claro que SER (nuestra naturaleza e identidad genuinas) es patente e impepinable para yosotros*.

En esta imagen especular de yosotros mismos, que es nuestra apariencia fenoménica multiversal, continuamos por supuesto siendo el Ser en mestra* modalidad aparente-formal. Mestra naturaleza incondicionada nunca se ve mermada, ni afectada ni alterada en lo más mínimo por mestra modalidad aparente; al igual que el agua oceánica no sufre alteración, pérdida ni detrimento alguno debido a su natural oleaje. Tan natural es, por tanto, el oleaje al agua oceánica como la manifestación fenoménica al Ser infinito que soymos. No hay separación. Solo el Ser.

Reconocer y sentir vivencialmente mestra propia naturaleza de Ser, mientras experimentamos en mestra apariencia humana-multiversal, es algo en verdad muy relevante, pues en caso contrario el olvido de Sí (de ser el Ser) aboca virtualmente a la alienación y sufrimiento de la conciencia manifestada (el Ser manifiesto) que olvidó su naturaleza incondicionada.

Sirva entonces este mensaje, volcado inevitablemente a través del lenguaje humano polar-dualista, para inspirar el recuerdo de Sí al propio Ser manifiesto en cada avatar que lea estas líneas.

En este océano de frecuencias, siempre se trata de Uno mismo (Ser infinito) en relación consigo mismo (proyecciones holográficas)

Como todo en el Ser, desde el punto de vista humano, es una paradoja que en mestra aventura humana nadie esté en realidad participando y, sin embargo, nos veamos y sintamos participando de manera inevitable. Lo queramos o no, toda la actividad está virtualmente sucediendo a través de cada uno de nuestros avatares y de todos los demás aparentes seres, fuerzas u objetos.

Todo ello es, no obstante, parte natural de lo que podríamos llamar Lila, palabra sánscrita que significa juego, pasatiempo o diversión y, por extensión, el juego cósmico. Pues bien, para ser prácticos y ya que virtualmente estamos aquí, si hemos de jugar de todos modos, entonces ¿por qué no hacerlo con GRACIA (en toda la extensión y acepciones de la palabra)? Es decir, la propuesta es sencillamente SER lo que en esencia soymos (estando, en la medida en que podamos, conscientes de nuestra naturaleza incondicionada) y desde esa amplia y ventajosa perspectiva actuar nuestro papel en esta obra teatral multiversal, desde la serenidad y disfrutando de ser los protagonistas (y no los alienados extras) de nuestra particular película, esa misma que vemos siempre en primera persona…

Ahora bien, cuando decimos “yo”, damos por sentado que lo hacemos en referencia o relación a otros muchos “yoes”, cosas o fenómenos de cualquier tipo. Aunque, y como todo en el lenguaje humano dualista, esto no sería más que un falaz prejuicio, por cuanto -en relidad- no existe nada ni nadie aparte, diferente o separado de la propia Realidad, Conciencia, Verdad o Ser que soymos. Admitir lo contrario sería como afirmar que las olas, ondas o remolinos del océano son algo aparte, diferente o separado del océano, cuando es a todas luces evidente que se trata siempre del océano mismo en sus diversas manifestaciones. De cualquier modo que la veas (olas, ondas, remolinos, espuma) solo estás viendo el agua oceánica siempre. De igual manera, cualquier forma o fenómeno que percibimos desde mestros avatares humanos es solo el Ser infinito que soymos, manifiesto en dichas formas o fenómenos.

Y, sin embargo, en el marco de este Lila, funcionamos de manera espontánea -y conforme a mestras programaciones personales- como si fuéramos entidades distintas y separadas unos de otros. Virtualmente, por supuesto, es así. Si, por ejemplo, estás viendo o jugando un partido de fútbol, sabes que los jugadores no son “realmente” porteros, defensas, centrocampistas, carrileros, mediocentros ni delanteros. Solo están actuando así , conforme a dichos roles, dentro del partido. Y, por cierto, gozan al hacerlo, sobre todo cuando juegan bien compenetrados y logran marcar uno o varios goles al “equipo rival”.

Pues bien, aunque la Vida no parezca tan recreativa, edificante o intrascendente (relativamente) como puedan serlo muchos -así llamados- deportes, podríamos decir que el Ser que soymos está aquí y ahora inmerso -de un modo muy vívido y convincente- en esta aventura holográfica humana, en la forma de cada uno de mestros avatares. Y, con toda certeza, sabemos lo bien que se puede pasar (o no) y, desde la óptica de dichos avatares, todos (cada uno a su manera) amamos sentirnos plenos, gozosos, felices.

Siendo esto así, ¿por qué habríamos de asumir que otros jugadores -o los mismos árbitros o jueces de silla- nos impongan ciertas conductas irreglamentarias o ejecuten acciones peligrosas o lesivas para mestra inegridad dentro de esta aventura?

Si fuésemos, por hablar de otro deporte, un lanzador de disco o jabalina que nos deleitásemos con ejecutar grácilmente los diversos movimientos durante el lanzamiento, a buen seguro que no aceptaríamos -salvo tal vez por coacción o amenaza- que nadie, ni siquiera los “jueces de silla”, nos forzasen a realizar o a abstenernos de ejecutar ciertos movimientos o acciones, yendo aquellos individuos más allá de sus atribuciones y saltándose (o tergiversando o modificando arbitrariamente) el reglamento.

Ciertamente, en este marco humano, solo seres volubles y sometidos, con baja autoestima y un concepto pobre de sí mismos, acatan o se dejan abusar por otros; lo cual sucede sin embargo de manera lógica, vibracionalmente hablando, ya que estas personas abusadas -olvidadas de la infinita integridad de mestro Ser- se abusan a sí mismas en primer lugar (sean conscientes o no), al rebajarse internamente de ese modo, en base a los conceptos y creencias limitantes y nocivos que asumieron, ya sea de forma voluntaria o como consecuencia de la programación mental inducida por parte de los controladores de esta matrix.

En cualquiera de los casos, y en estos términos, podríamos decir que todo se reduce a una interacción entre frecuencias vibratorias afines y polaridades: la víctima y el verdugo, así como el rebaño y los pastores, se sintonizan mutuamente de manera irresistible. Los unos no pueden existir sin los otros.

En la Gran Cocina de la vida, si nos encontramos bien y nos sentimos mayormente en posesión de nuestras facultades, en tanto creativos entusiastas culinarios sabremos con bastante precisión cuáles son nuestros ingredientes favoritos, así como el tipo de platos que nos gusta preparar y consumir, ya sea para nosotros o también para otros con gustos similares. En este sentido, dificilmente estaremos conformes con que algún Gran Chef -al servicio, pongamos, de una poderosa cadena hotelera- nos imponga su “receta-para-todos” en base a sus propios intereses y alegando que es para nuestro bien, cuando es obvio que sus intenciones son otras y, por cierto, no muy buenas. Todavía menos estaríamos dispuestos a aceptar que tal tiránico chef nos dictase cuándo cocinar y qué utensilios y vestimenta utilizar. Para rematar la faena, cada vez que manifestásemos nuestro desacuerdo con dicha agenda forzada y tóxica, tendríamos a toda una legión de “autoridades”, “expertos” y cocineros mediocres, tachándonos de “negacionistas”, egoístas e insolidarios. ¿Te suena este tipo de ingeniería social?

Lo mismo sucede si lo que amamos es el arte de la pintura en lienzo, por ejemplo, practicándolo en nuestro hogar o al aire libre. ¿Cómo podría venir nadie a imponer un horario, un atuendo, unos colores determinados, una marca concreta de utensilios y, para más inri, una temática específica a todo lo cual tengamos que ceñirnos obligatoriamente para pintar un cuadro?

Y no obstante, esto es lo que -similarmente- pasa en nuestras “sociedades modernas”, donde la masa alienada que cree en “la tele” recibe y adopta las consignas más insensatas, solo porque llevan el marchamo de lo oficial. Si mañana las “autoridades y expertos”, títeres al servicio de agendas que nada tienen que ver con el bien común, instasen a la gente a tirarse del primer puente, torre o rascacielos que vieran, seguirían sorprendiéndose de que algunos decidiéramos no ir con ellos.

Pero, de nuevo, se trata en el fondo de una cuestión de madurez de la consciencia y, por ende, de vibración. Algo esencial, en esta virtual aventura holográfica que compartimos, es tomar conciencia de que lo que haga la mayoría no tiene por qué limitar, coartar ni invalidar lo que otros quieran, gusten o deseen hacer conforme a su propio criterio y sin perjudicar a nadie. Y si alguien se siente un “buen ciudadano” o muy “espiritual” o “no-dual” al aceptar o acatar o consentir una agresión a su integridad o una limitación arbitraria en su desenvolvimiento vital y personal, en base a su particular interpretación de las cosas (o a la interpretación que ha asumido procedente de otros), pues que tenga suerte, pero que no espere ni pretenda que los demás lo sigan o imiten.

Lo natural, entonces, es la saludable expresión -en este ámbito humano- de la plenitud, integridad y creatividad ilimitada que, como hemos visto, está en la esencia misma de lo que realmente somos. El Ser que soymos, recordémoslo una vez más, no tiene principio ni fin ni límite alguno. De ahí lo absoluto e incondicionado de su -mestra- integridad, soberanía y creatividad. Y esto no cambia jamás, por mucho que en el marco de esta aventura holográfica, nuestro Ser se disfrace o parezca camuflarse en incontables facetas humanas y no humanas, a través de los universos, dimensiones y líneas de tiempo en eterna expansión.

Procedamos a continuación a observar, discernir y sintetizar algunos de estos hechos tan relevantes, para comprender y comprendernos mejor, de cara a un desenvolvimiento más satisfactorio y pleno en mestra propia aventura multiversal.

Una mirada atenta al reflejo de este gran espejo cósmico

La Realidad o Verdad es autoevidente, pues no hay nada aparte de esto que, aquí y ahora, llamamos Ser, nuestra propia y auténtica naturaleza e identidad.

Así, soymos el Ser, manifiesto en todas las incontables facetas o fenómenos de nuestra propia apariencia multiversal. No hay separación, diferencias, procesos ni distancias en el único Ser-Conciencia. Esencialmente, en la apariencia fenoménica del infinito Ser, todo sucede de manera espontánea, sincrónica, simultánea e impredecible. El programa de funcionamiento de cada avatar humano se auto-actualiza constantemente a través de la continua y compleja experiencia multidimensional. Habiendo solo el Ser y su apariencia, no hay en realidad fallos, errores o injusticias, sino -diríamos- exploración, ampliación de consciencia y expansión virtuales. La actitud de verlo de un modo u otro es reflejada en la manera en que discurre la película o aventura de tu vida. La culpa llama al castigo. La buena autoestima llama a la provisión abundante.

Hay tantas perspectivas como facetas concienciales en las que mestro ilimitado Ser se manifiesta. Todas las perspectivas son visiones parciales acerca de la Verdad infinita de mestro Ser. Enfoques similares se conectan por afinidad vibracional, en los diversos planos, dimensiones o bandas de frecuencia.

Puesto que sólo el Ser es, no hay nada aparte y por eso lo llamamos infinito, ilimitado, absoluto. Puesto que siempre es, no tiene comienzo ni final y por eso lo llamamos eterno, imperecedero, inmortal. Sin opuesto, es puro, no-dual.

Incondicionado es mestro Ser y por eso toda conciencia tiende naturalmente a la plenitud, de la cual cada una es expresión particular, parcial, individualizada. Todo va bien si te sientes bien. Sientes, vibras y así sintonizas tus vivencias. Si te serenas y dejas algo en paz, ese algo te deja en paz a ti. Las cosas tienden a suceder conforme a lo que, conscientemente o no, asumes y esperas de ellas.

Virtualmente, en la apariencia y aventura holográfica de múltiples seres del espacio-tiempo, cualquier intento o pretensión -por parte de cualquier conciencia, grupo o institución- de manipular, coartar, limitar, sojuzgar o impedir abusivamente el natural e inofensivo desenvolvimiento de la plenitud en cualquier conciencia, revela una distorsión negativa por parte de aquellas conciencias abusivas (modo activo-dominador), olvidadas del Ser y alienadas en base al mísero concepto que tienen de sí mismas, al igual que sucede con sus víctimas (en modo pasivo-sometido) y, de ahí, la sintonización mutua.

Resumen

En definitiva, siendo el Ser la única Realidad, Verdad, Naturaleza o Identidad, toda conciencia es manifestación virtualmente particularizada de dicha naturaleza, que es plenitud, integridad, soberanía y creatividad incondicionadas. Así, toda conciencia -onda o destello del único Ser que soymos-, refleja dicha plenitud, íntegridad, soberanía y creatividad, siendo protagonista virtual de su universo personal. Tal hecho es irrenunciable, innegociable, incondicional. A la consciencia, integración y experiencia profunda, gozosa y estable de esto lo llamamos serenidad.

Álamo

* Soymos = soy + somos. Yosotros = yo + nosotros. Mestro = mi + nuestro.

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SER-enidad

«Este enfoque o punto de vista, puede resumirse en esta premisa básica: sólo hay lo que siempre es».

«SER no puede “ser un no-ser” ni, por tanto, comenzar a ser o dejar de ser. Lo que ES, ES. Sin principio ni fin ni condicionamiento alguno. De modo que, si hay una Realidad que es y permanece siempre (y es obvio que la hay, todos somos testigos de su variopinta apariencia), más allá de las formas variables y transitorias en las que se manifiesta, entonces no hay otra cosa que dicha Realidad o Ser absoluto; y esa es, necesariamente, nuestra auténtica naturaleza o genuina identidad, que es incondicionada, ilimitada, plena, perfecta».

«No hay caminos, procesos o etapas para “llegar a ser” lo que siempre somos, porque no hay nada aparte de lo que siempre es/soy/somos. Solamente la sugestión de ser sujetos separados-limitados, habiendo asumido la cultural identificación con el nombre y la forma, vela virtualmente el recuerdo o reconocimiento de nuestra naturaleza auténtica. Podríamos decir que el actor, durante el rodaje de la película, se olvidó de sí y creyó ser el personaje que representaba, asumiendo como reales su identidad, forma, personalidad e historia personal ilusorias».

«Así, cuanto más se asume y se siente la íntima Realidad del Ser, nuestro estado natural de serenidad se desenvuelve y manifiesta de manera paulatina, como paz, confianza y contento incondicionados,  no sujetos ya a ninguna circunstancia aparente.

Mas todo ese proceso no podría ser más que un sueño (aquel holograma, película u obra teatral de la que hablábamos), pues solo hay lo que siempre es-soy-somos: SER».

Álamo